I
DE
LOS APELLIDOS
Mi madre
era de Guanajuato, de un pueblo pequeñito, pequeñito que se llama San Felipe
Torres Mochas, y eso era una belleza, porque originalmente era San Felipe,
realmente pasó una avioneta, le pegó a la iglesia y le tiró las torres, entonces
se quedaron mochas, casi mochas, y después le pusieron el nombre de San Felipe
Torres Mochas, enseguida viene mi madre a estudiar a México, seis hermanos y
ella de mujer nada más, y aquí en una fiesta conoce a mi padre que a su vez
estaba estudiando en México, Leyes, en la capital, se conocen, se casan muy
jóvenes. Mi padre era abogado, mi primer padre, tengo dos padres, mi primer
padre Rafael Paz Paredes, era Doctor en Derecho internacional y Derecho
civil. Era político y era también escritor, le encantaba la
literatura y escribía poesía y cuento; no tiene obras publicadas, se casa con
mi madre y los dos comienzan a trabajar como periodistas, en México, en El
Popular, que era el periódico de avanzada, democrático, y mi madre a los 20
años, en los 40s, publica su primer libro que se llama Sonaja, son
poemas de su pueblo y dedicados a su madre. Ella se llamaba
Margarita Camacho Baquedano y se pone Margarita de Paz Paredes, la mujer en esa
época no emancipada, por ejemplo Rosario Castellanos si trabajó con sus
nombres. Mi madre publica su libro de poemas y crónicas poéticas, lo
lleva a El Nacional donde estaba Efraín Huerta -mi mamá era mucho más chica que
Efraín- Efraín con ese aire protector que iba a tener toda la vida,
le dice: “ No, no, no, estás un siglo antes, estás atrasada un siglo, nada que
ver con Juana de Ibarbourou y todas esas cosas, en el próximo libro ponte
Margarita Paz Paredes como nombre literario. Desde ahí se hicieron amigos hasta
la muerte, y ya a partir de ahí publicó todos los demás libros como Margarita
Paz Paredes.
Era muy
chistoso, porque en la escuela primaria me preguntaban ¿cómo te llamas?.
Yamilé. Primero mi nombre en esa época era muy extraño. Yamilé Paz
Paredes. ¿Tu papá? -Rafael Paz Paredes. ¿Tu mamá? -Margarita Paz Paredes.
O sea, decían, no puede ser, casi todos éramos hermanos no?
II
DE LOS
NOMBRES
Tengo un
hermano y dos hermanas. A mi hermano mayor le pusieron nombre literario, se
llama Sigfrido como el de los nibelungos. El mío es Yamilé, es de una novela de
un romántico que se llama Henri Bordeaux, es una especie de libro
oriental libanés, donde aparece una chica libanesa con ese nombre. También
tengo una hermana que se llama Silvia, le pusieron Silvia por el libro de
Nerval, y mi otra hermana que se llama Lorena.
Cuando
era pequeña me causó muchos problemas mi nombre, porque era distinto, era raro,
entonces yo toda me convertí en rara, como vampiro o una cosa así, y entonces
yo me convertí en juego con los niños, sí me acuerdo todavía:
¿Yamilé? ¿Qué milaste? Yo sufrí mucho hasta la secundaria,
ya en la
secundaria empecé a sentir que mi nombre me gustaba, me gustaba muchísimo. Me
parecía ya un nombre especial, demasiado especial, pero antes era como señalada.
Ahora todo mundo tiene un nombre raro, y mis hijos tienen el nombre así.
Tengo
tres varones, el mayor de 38 años, se llama Yanik, que es un
personaje de una obra de teatro de Camil; y luego, mi segundo hijo
se llama Yurik, porque iba a ser niña y se iba a llamar Yuria como
un libro de poemas de Jaime Camil, pero es también nombre purépecha. Y el libro
en la dedicatoria tiene una poesía de Jaime, dice que Yuria es todo, él es
nadie, “Yuria es un sueño, Yuria es una país, Yuria es una enfermedad, estoy
sufriendo, estoy enfermo de Yuria, estoy añorando a Yuria…” entonces yo estaba
segura de que iba a ser niña, me soñaba enseñando a mi hija, yo siempre quise
tener una hija, y cuando nace Yurik, ya no pude hacer más que inventarle el
masculino de Yuria a Yurik, porque Yuri no llega a ser el masculino de, Yuri
Gagarin era ruso, entonces es Yurik con la k. Y el tercero, el más
chico de mis hijos se llama Balam por toda la mitología maya, que es uno de los
cuatro primeros hijos de los dioses… y Balam también es el
gran adivino maya, el sol nocturno que desentraña las tinieblas, el
que aclara las tinieblas.
III
DE LOS
POEMAS DE MAMÁ Y LOS MÍOS
De niña
me sabía algunos poemas de mi mamá, pero luego se me olvidó todo. Me gustaba
pero también me abrumaba porque decía “yo nunca voy a poder escribir”. A mí a
esa edad me encantaba y quería escribir pero no podía, le tenía terror al
cuaderno como si fuera un mercado público, quería leer, pero no, me
van a ver, escribo horrible, no podía escribr ni cinco renglones, porque me
sentía…no vigilada sino oída…. Tú no puedes escribir, estás oyendo.
¿Dios que hago?...
Después
me imagino que fue maravilloso. Pero pasó muchísimo tiempo, ahora me cuesta
muchísimo escribir. Lo que yo escribía no se lo ensañaba a nadie. Ya casi en la
secundaria, mi papá vio unas cuantas líneas pero así como garabateadas y me
decía esto está bien, y me leía a Vallejo, y a García Lorca.
A mi
hermano también le daba por la escritura pero se arrepintió a
tiempo. A los 8 años era un niño genio, aprendió a escribir a los
cinco años, escribió unos poemas hablando sobre mitología griega, usaba unos
lentes gruesos gruesos como bombillas. A los ocho años lo llevaban a los cafés
literarios, y él iba feliz, les leía los poemas a los periodistas en el café y
a los escritores. Él no tuvo infancia. Pero a mí, a esa edad, más
que escribir me encantaba escuchar a la gente. Yo todavía no pensaba en
escribir nada.
IV
DE MIS
PRIMEROS TEXTOS
Lo
primero que escribí lo hice cuando ya trabajaba, cuando entré a la
universidad ya tenía un cúmulo de experiencias, sobre todo de amor a la poesía,
de hacer más grande la palabra, me emocionaba muchísimo. Cuando entré a la
Facultad de Letras leí en una clase en un salón de la facultad.
Entonces sacaban un periodiquito que se llamaba Punto de
partida, entonces yo estaba en primero o segundo de la universidad; luego
también había un escritor tutor Álvarez Amaya que sacaba unos poemas que se
llamaban Pinguín y allí me publicó también.
Cuando ví
mis textos publicados por primera vez sentí mucho miedo a la crítica y ahorita
todavía tengo miedo, nunca se quita, y yo tenía la obligación de escribir bien,
entonces es una cosa terrible, quería la libertad de escribir lo que quisiera
pero tenía ese peso.
Mi mamá conocía
mis textos de adolescente ella me publicó mi primer libro, se llama “Fragmentos
de una espera”, pero yo les ponía a los poemas “Poema dado de baja formal”.
Algunos de ellos los rescaté, es como una obligación de que casi estén
perfectos. Cada una de las palabras tiene que decir exactamente lo que yo
quiero.
V
DE LA
POESÍA
Para mí
la poesía es como la puerta al verano, la puerta al mundo. La poesía es la
llave que abre todas las puertas, la verdadera identidad, los sentimientos
y la esencia más profunda en todos sus matices del ser humano se expresa por la
poesía.