domingo, 3 de febrero de 2013

MUESTRA POÉTICA DE LIZ DURAND GOYTIA


Inauguramos esta sección de Muestra Poética 
http://muestrapoeticared.blogspot.mx/   con los poemas de Liz Durand Goytia. Estaremos publicando los poemas de las integrantes de la red. El propósito es promover y difundir su obra. Si tienen la oportunidad dejen algún comentarios a los trabajos de las poetas publicadas. 


LIZ DURAND GOYTIA


LABERINTO

I

Cuando llegues,
el laberinto te abrirá sus puertas.
Mirarás tu reflejo muchas veces
y ni siquiera al tocarte
podrás reconocerte.

Resplandores te harán guiños
para que caigas de bruces en su azogue.
El laberinto confundirá tu corazón,
mascullará tu nombre
y no podrás interpretar
la letra del designio
que trazan tus estrellas.

Te brillarán los ojos
con una luz opaca
cuando el deseo
te muerda los talones.
Descubrirás la soledad en los caminos,
será precipitada tu carrera.

Cuando busques,
el laberinto te pondrá las mieles y las uvas
entibiará con su música tus cantos,
ungirá tus cabellos,
te llenará de pétalos la boca.
Propondrá madrugadas extendidas
desde tu piel hasta el tálamo de sueños.


II

El laberinto también desgajará tormentas
sobre la frente huesuda de tus años.
Beberás de tus lágrimas,
envolverás tus pasos en la duda,
caminarás a ciegas sus pasajes.

Tu palabra tendrá gusto a ceniza
cuando no haya nadie que la escuche.
Tu aliento amargo será como la espina
cuando nada presagie la esperanza.

Mas si lo encuentras,
el laberinto te abrirá el único arco
que te permita salir condecorado.
Higos y campos y vino y arcoiris,
monedas troqueladas con oro de alegrías
rebosarán en todos tus arcones.
Tus manos irán llenas,
tus lágrimas serán gemas preciosas,
tu corazón un nido alas
que habrá encontrado el vuelo.



MASTICA EL LÁPIZ LOS SEGUNDOS

Dieciséis con dieciséis, dice el reloj.

El estruendo me espina los suspiros
para que estén a tono con este corazón
pisado por tacones de recuerdos
que imprimen su memoria en el miocardio.

Para que su función sea recordar,
para que extienda las puntas de mi vida,
sábana rota tendida en el traspatio
lejos de tu jardín de las delicias,
para que nunca olvide marcha el tiempo.

Las mismas dieciséis, ahora con veintiocho.

Mastica el lápiz los segundos
avanza escupiendo cada letra
se desangra el grafito por mis dedos
y miro que esa sangre envenenada
ha salido también de mis arterias
y yo soy aquel árbol
ese lápiz
mi pecho el pájaro asediado
y tú
mi más oscura letra.



QUISO LA LUZ QUE VIERA

La vida es el lado de afuera de la muerte.
Pessoa.

Salí como cualquier mañana
y la costumbre tuvo rostro diferente.
La luz en las aceras y las cosas
se detenía formando un áura intensa.

Yo miraba:
una mujer con niño en brazos
y con hambre,
un hombre cercenado y desvalido,
una muchacha con ojeras...

Se detenía la luz pese a sus alas
y me dejaba ver también las mariposas,
las comezones de los perros,
la paz de los ancianos.

Quiso la luz que viera más allá
y entonces vi la cara
de cada gente buena,
sus invisibles vuelos,
sus corazones generosos.

Ví que los niños sonreían
y caminé mirando
temiendo que cambiara.

Luego se fue esa luz, no hubo más hadas.
Opacos retornaron los colores
y cada cosa volvió hacia su costumbre.


SUBE LA NOCHE Y CANTA

                                                       para Ruggiero Businari

Subía la noche en las montañas y en los corazones.
Alguien cantó, alguien cantaba con la voz de todos.
Llegó el hermano viento a dispersar
el murmullo ahumado de la salvia entre los corazones,
algunos que brillaban.
Los cantos ancestrales nos cubrieron,
nos hermanaron con los puntos cardinales
y nos volvimos pieles de culebra por instantes,
en el momento mágico del fuego.

Seguía la noche y las estrellas sonrieron a los duendes,
esos que están en ambos lados, en las orillas de la vida.
Se hizo presente otro soplo
que propagó el aliento del caracol profundo.

Mi corazón se hizo árbol que chorrea por las raíces,
se hizo luciérnaga que escucha música.
Mi espíritu se unió a la noche
mientras la voz cantaba con un coro dulcísimo
de flautas de colibrí, tambores y latidos.

Siguió la noche cuesta arriba,
como la gran abuela de aliento firme y desdentado
que canta a Cuchumá...
Rodó la noche por el cerro, por los ríos y los ojos de los animales,
reverberó en danza interminable,
se adentró en las cuevas a sembrar su sombra,
y yo guardé jirones diminutos en mis manos.

Cierro los puños para encerrar mi noche
y revivirla con su inmensa pupila
cuando mis ojos ya no puedan verla.



NO  A LA VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES

Rutinas

Decir “ahorita vengo”
salir, tomar el Metro,
embarrarnos el vidrio del vagón,
beber el viajero desaliento,
parar la cachondez clandestina a pisotones,
intentar la rayita en el párpado.

Como decir “nos vemos”,
cambiarnos a zapatos de tacón,
usar perfume y crema para manos
aunque las medias sean corrientes
y en casa no paguemos
el recibo de la luz.

Como escapar un poco
de diez horas de tedio en las espaldas
el descarado coqueteo del empleador,
las deudas que nos dejan deslavadas
como un bolillo crudo,
el forro de la bolsa es una ruina,
el rímel ya está seco
“ahorita vengo”
voy a buscar un fajo de esperanzas
para pagar en efectivo cada sueño
voy a indagar en dónde hay príncipes
que no se vuelvan sapos,
en dónde hay hospitales que no cobren,
en cuál camino se han abolido ya las piedras
para que no se ajusten cuentas lapidarias.

Cómo decir “nos vemos”
si no tenemos cara
ni tenemos tiempo,
si la tarde emponzoña cada hora
con el doméstico esfuerzo
de seguir trabajo en casa,
hacer tarea de cosas que no nos enseñaron
ni entendemos
mientras adentro
“ahorita vengo”
salir a caminar como por nubes,
comernos un bombón,
pensar un beso,
echarnos el recuento de los años
hasta sentir la piel intacta y joven
fresco el sueño
alta
bien alta la esperanza,
cómo decir “nos vemos”
cuando miramos que ya no tienen vuelta
las diez horas y el metro y las tareas,
cuando los niños son los hijos
y nosotras perdimos nuestra infancia,
aquella patria.

Pero decir “ahorita vengo”
es lanzar la revancha en nuestra vida,
amenazar con cambiar las zapatillas,
dejar la ropa sucia que se pudra
ponernos un barniz azul sobre las uñas
y raparnos,
dejar caer el velo que arrastramos,
mirarnos a la luz de algún deseo,
tomar al hombre que venga a nuestro antojo
fumar un cigarrillo,
dar la vuelta
y seguir diciendo para siempre
“ahorita vengo”.


© Liz Durand Goytia


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